«Visto de naranja porque la lucha contra la Violencia Machista es una cuestión de Estado. Y es una responsabilidad política, social e individual.»

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Hoy contamos con Marta Mariñas, cuya actividad profesional consiste en hacer acompañamiento psicológico a mujeres que han vivido violencia machista, acompañando en el proceso de recuperación, (o incluso en la fase inicial en la que están empezando a identificar violencia y todavía están conviviendo con la pareja agresora).

La campaña ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres del Secretario General de las Naciones Unidas, administrada por ONU Mujeres, ha proclamado el día 25 de cada mes como “Día Naranja”: un día para actuar a favor de generar conciencia y prevenir la violencia contra mujeres y niñas.

Desde intheMOVE realizamos una entrevista todos los meses a mujeres con una gran trayectoria profesional. Cada mes entrevistamos a una mujer de un ámbito profesional diverso y relacionado con los objetivos de la ONU Mujeres y la conmemoración del 20 aniversario de la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, analizamos las 12 esferas de especial preocupación.

La expresión «violencia contra la mujer» se refiere a todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada. Todos los meses hablamos de las diferentes formas de violencia ejercida hacia las mujeres y niñas en diferentes esferas, sin embargo, el 25 de este mes, es el día internacional contra la violencia hacia la mujer, y por ello, hoy queremos centrarnos en España para entender en qué situación nos encontramos.

¿Marta, podrías hablarnos brevemente de tu formación y trayectoria profesional?

Me formé como Psicóloga entre Santiago de Compostela y Granada, desde entonces siempre he estado vinculada a temas sociales y al feminismo. Realicé un Postgrado en Trabajo social y educativo con personas en riesgo de exclusión, un Máster en Desarrollo Personal y un Postgrado en Psicoterapia. Sigo  formándome continuamente, porque considero importante seguir aprendiendo, de las demás y de una misma, seguir cuestionándome, seguir flexibilizando y deconstruyendo creencias.Visto de naranja Marta Mariñas

En mi desarrollo ha sido importante no sólo, la educación formal, si no también la implicación y participación en los movimientos sociales y concretamente en el movimiento feminista, es en ése contexto, compartiendo con otras compañeras, escuchándolas, conviviendo, debatiendo, movilizándonos, donde más he aprendido, me he desarrollado y donde más conocimiento conjunto y diverso, creo que se ha generado.

Llevo 15 años trabajando en el campo social, fundamentalmente con jóvenes y mujeres; he trabajado también en proyectos de cooperación en Centro América, en Honduras y en El Salvador, dos países muy especiales, donde las mujeres tienen una fortaleza y una capacidad de supervivencia admirable. Actualmente trabajo en un servicio especializado en la atención a mujeres y niñas que viven o han vivido violencia machista.

¿Cómo ha afectado el hecho de ser mujer en este desarrollo? ¿Cómo es el número de mujeres en puestos de responsabilidad en tu entorno profesional, (bajo o alto)? ¿Por qué crees que es así?

El hecho de ser mujer determina mi desarrollo desde la infancia, nos hemos socializado en un sistema patriarcal que incluye la construcción social de género; un sistema binario, que acepta únicamente dos sexos y determina roles diferenciados y desiguales en función del sexo. Esa construcción del género se traduce en determinados mandatos de feminidad y masculinidad; es decir existe un “código social colectivo” que  sitúa en una situación de poder a los hombres sobre las mujeres y excluye cualquier tipo de identidad que no responda al sistema binario hombre-mujer.

Los mandatos de género los integramos desde la infancia, a través de los mensajes de nuestro contexto, a través de la publicidad, las películas, escuela, familia, etc. Están tan integrados y tan normalizados que es importante hacer un esfuerzo para poder detectarlos, y poder de construirlos. Como ejemplo, simplemente dándonos una vuelta por una juguetería o viendo la publicidad de juguetes, podemos detectar que se espera de las niñas/mujeres, y qué se espera o qué se les permite a los niños/hombres. Otro ejemplo muy evidente, son las películas y los cuentos con las que hemos crecido; Blanca Nieves, esa mujer que limpiaba y cocinaba para siete enanitos, la Bella Durmiente, esa princesa que sólo pudo despertar y vivir, a través de un hombre, la Sirenita que abandonó su vocación por un hombre, Caperucita Roja, esa niña que si caminaba sola por el bosque se encontraría peligros, y la salva a ella y a su abuela un cazador, qué pena que ellas no pudieran defenderse! En fin, en la cultura colectiva se ha colocado a la mujer como incapaz, dependiente  del hombre y encargadas de los cuidados y de los trabajos reproductivos (que en realidad sustentan el sistema).

Mi entorno profesional, relacionado con la atención a personas, está bastante feminizado, siguiendo los mandatos de género que determinan que los trabajos relacionados con el cuidado, son trabajos  “de mujeres”. Sin embargo, aunque por supuesto, hay muchas mujeres en puestos de responsabilidad en este contexto, sigue habiendo un porcentaje  de hombres muy elevado, en comparación con la cantidad de hombres que trabajan en este sector.

La violencia contra la mujer sigue siendo una pandemia global. Hasta un 70% de las mujeres a nivel mundial sufren violencia en algún momento de sus vidas. En lo que va de año, llevamos más de 50 mujeres asesinadas en España, y eso sin contar las víctimas “extendidas”, como hijas, familiares o amigas que se han visto envueltas en estos crímenes. Los datos referentes a la violencia sufrida sin llegar a ser mortal son difusos puesto no todas las mujeres que sufren algún tipo de violencia la denuncian…¿cómo es posible que un problema de esta envergadura no sea tratado como una situación de emergencia?

En mi opinión no existe una voluntad  real, de abordar los feminicidios como prioridad en las agendas políticas, las cifras no oficiales de mujeres asesinadas en el estado durante el 2015 casi doblan las oficiales. Que los feminicidios no sean tratados como una situación de emergencia, es significativo del valor que se le otorga a las mujeres en la sociedad; colocar los feminicidios como prioridad en las agendas políticas, sería colocar como prioridad el desmontaje del patriarcado, y por lo tanto el desmontaje de estructuras tradicionales que mantienen privilegios a los hombres, y actualmente no parece que haya esta intención política, de hecho la clase política está muy masculinizada, y su intención parece ir más dirigida a mantener, e incluso aumentar, la desigualdad, fomentando roles tradicionales que colocan a las mujeres en situación de inferioridad.

Los feminicidios son la punta del iceberg de la violencia machista. Los asesinatos a mujeres son la consecuencia más grave y brutal de un  problema estructural, que padecemos todas, violencia machista es cobrar menos salario por el mismo trabajo, violencia machista es la doble o triple jornada laboral, es decir que el mayor peso de responsabilidad de atención de las y los hijos, y personas dependientes de los núcleos familiares, recaiga sobre las mujeres, violencia machista es que caminar por la noche sola sea peligroso, violencia machista es que controlen tu forma de vestir, tu sociabilidad, violencia machista es que nos eduquen para complacer a otros, y nos repriman nuestra capacidad de poner límites, …

El pasado 7 de Noviembre se celebró en Madrid una marcha contra la violencia machista, convocada por colectivos feministas. Afortunadamente, hubo una notable participación masculina pero sigue pareciendo que es un problema de mujeres, ¿Cuál es el papel que deben tener los hombres en este sentido?

Bueno, en primer lugar en mi opinión, tienen que estar dispuestos a soltar privilegios, tienen que estar dispuestos a abandonar la situación de poder. Abandonar posturas paternalistas y de decisión sobre nuestras  propias cuestiones, es decir, no decidir, pensar y ejecutar por nosotras,  por poner un ejemplo claro, no puede ser que los hombres legislen sobre nuestros cuerpos.

Eliminar el androcentrismo no es una tarea sencilla, me parece, tendrían que estar dispuestos a cuestionarse mucho ellos también sus mandatos, sus inmunidades, y cómo sus “libertades” cohartan las nuestras. Tendrían que estar dispuestos a abandonar espacios públicos, abandonar espacios de poder, abandonar cargos de responsabilidad, etc . No sólo asistir a manifestaciones, que ya que estamos, sería muy positivo, que al menos en las manifestaciones y marchas feministas, no se posicionen en las cabeceras o partes más visibles, y al menos en esos eventos seamos nosotras las que podamos tener el protagonismo.

 Siguiendo con el tema de la marcha, tan sólo 3 días después aparecieron pintadas machistas en los alrededores de los juzgados de violencia sobre la mujer en Madrid. El término Feminazi aparece repetitivamente para atacar a las personas que se denominan feministas y mantienen una actitud activa contra el machismo. El ciberacoso sufrido por feministas hace que incluso muchas de ellas lleguen a cerrar sus cuentas por amenazas de muerte…y sin embargo seguimos escuchando lemas que defienden que la violencia no tiene género, ¿Qué opinas al respecto?

Todo son muestras de que el sistema patriarcal es un monstruo grande que no está dispuesto a caer; y que cuando se ve amenazado aumenta su violencia, así funciona la escalada de la violencia machista, cuando las mujeres ponemos límites, y simplemente ejercemos nuestros derechos, aparecen conductas de violencia a través de las cuales se pretende ejercer poder y mantener la situación de opresión, el machismo ejerce violencia de muy diferentes formas, intentando demonizar a aquellas que  luchan contra él, o intentando invisibilizar los factores que causan la violencia, con el objetivo de que las estructuras no se muevan y se perpetúe la desigualdad y por lo tanto los privilegios de una parte y la opresión de la otra.

No parece que el sistema patriarcal esté dispuesto a soltar privilegios y a dejar de ejercer poder, pero por suerte somos muchas, y cada vez más mujeres están luchando y reivindicando de muy diferentes formas sus derechos, y las redes de apoyo son fuertes y cada vez más amplias, por lo que vamos dando pasos que ayudan a desmontar la estructura que sostiene esta pandemia.

Tú trabajas directamente con víctimas de violencia machista, en la página de la delegación del gobierno para la violencia de género te recomiendan, en primer lugar, buscar ayuda en familiares y/o amigos, sin embargo, muchas de las mujeres maltratadas se encuentran aisladas de sus entornos y avergonzadas por su situación ¿cómo llegan a ti estas mujeres? ¿Son conscientes desde el primer momento que están o han sido maltratadas? ¿Cómo es el proceso de recuperación?

En mi opinión las recomendaciones deberían ir también dirigidas a quien ejerce la violencia, no colocando la responsabilidad en quien la recibe, es decir, existen muchas recomendaciones sobre qué tiene que hacer una mujer si sufre una situación de violencia, y muy pocas dirigidas a qué NO deberían hacer aquellos que ejercen violencia.

Por otro lado, es una responsabilidad social, desmontar el estereotipo que existe alrededor de la mujer que vive violencia; todas hemos sufrido una u otra forma de violencia; la violencia machista no tiene clase social, ni contexto específico, ni nacionalidad, está presente absolutamente en todas las gamas, escalas, matices y tonalidades de la sociedad. Sin embargo, existe un estereotipo que sitúa en el imaginario colectivo a la mujer que vive violencia machista con unas características que no son reales, y este estereotipo hace que las mujeres nos avergoncemos si vivimos una situación de violencia machista, “¿Cómo me va  a pasar a mí?”, y ése mecanismo contribuye a que se invisibilice la violencia.

Efectivamente la vergüenza, consecuencia del estereotipo, dificulta que se pida ayuda, pero también el aislamiento social, consecuencia de la violencia, hace que la red de apoyo de la mujer esté deteriorada; una de las formas más características de violencia en la pareja es ir destruyendo su red social, contribuir a que sus lazos familiares y sociales sean cada vez menos, ya que es una de las principales fuentes de autoestima, y la destrucción de la autoestima es una de las armas más poderosas.

Las mujeres llegan al servicio en el que trabajo de muy diferentes formas, o bien derivadas por otros servicios, porque alguna otra profesional se lo ha recomendado, bien por iniciativa propia, porque han detectado que están en una situación de violencia y deciden pedir ayuda. Y también llegan en muy diferentes momentos del proceso. El primer paso es identificar la violencia sufrida, desnormalizando, desnaturalizando y cuestionando la asimetría en la relación que da poder al hombre. Existen muy diversos tipos de violencia machista que están normalizados, y más, en el ámbito de la pareja, existe un alto nivel de subjetividad en las conductas que se dan en el interior de la pareja. Se suele identificar como violencia muy claramente las agresiones físicas, pero sin embargo no se identifican tan habitualmente los muy diversos otros tipos de violencia, como la violencia psicológica, la violencia verbal, la violencia económica, la violencia ambiental, el control, los celos, y la violencia sexual también está muy enmascarada en el ámbito de la pareja. El proceso de recuperación es un proceso que conlleva también  restaurar la autoestima y volver a conectar con la fortaleza que cada mujer tiene en su interior y que se ha visto dañada a través de las conductas del agresor. Este proceso pasa también por abordar las emociones  que han acompañado a las vivencias del abuso, que juegan un papel importante en la perpetuación del ciclo de la violencia. El sentimiento de culpa, por parte de la mujer, suele estar presente en este proceso. Es importante colocar la responsabilidad de la violencia, en quien la ejerce exclusivamente. Darle nombre a las diferentes violencias vividas, legitima las emociones vinculadas a la violencia y ayuda a deslocalizar la culpa autoreferencial que se experimenta.

Incluye el restablecimiento de una relación íntima con una misma,  el aprender a escucharse y a respetarse los deseos propios.  Aprender a decir Sí y No libremente, y en consonancia con las propias necesidades, desmontando el mandato de complacencia hacia el entorno. Propiciar que se inicie un camino desde dentro de una misma, en el que todas las emociones y sentimientos son legítimos y aprender a gestionarlas y expresarlas de forma respetuosa con una misma.

Sabemos que la coeducación es la base para poder acabar con la violencia hacia las mujeres, sin embargo, llevamos años trabajando en esta línea y seguimos con unas escandalosas cifras de maltrato, ¿qué falla?

En mi opinión sigue fallando lo mismo, en los sistemas educativos no se incluyen de manera efectiva, programas con contenidos de educación no sexista, que desmonten mitos y estereotipos de género y prevención de relaciones abusivas, y no se acompaña a las niñas y niños y adolescentes durante su desarrollo, desde una mirada real que incluya la perspectiva de género. Además de que falta mucha formación a las y los profesionales en este sentido, es difícil poder acompañar a las niñas y niños y adolescentes a desmontar sus propias creencias, si las profesionales no hacemos ese trabajo con nosotras mismas, si nosotras no nos cuestionamos primero qué mandatos, qué estereotipos, que dinámicas tenemos interiorizadas y estamos perpetuando. Pero para que haya programas educativos y programas de cualificación profesional eficaces y reales, es necesario que haya voluntad política de desmontar la estructura que sustenta la desigualdad.

Para ir terminando nos gustaría aprovechar esta entrevista para mandar un mensaje de esperanza a todas aquellas mujeres que han pasado o están pasando por este proceso, ¿Hay algo que te gustaría decirles?

Que son mujeres muy fuertes, muy capaces, muy valientes, que confíen en ellas y que recuerden quienes eran… eso es lo que yo he visto, cada mujer que he atendido me ha enseñado su fortaleza y su valor.

Completa la siguiente frase: Visto de naranja porque…

Visto de naranja porque la lucha contra la Violencia Machista es una cuestión de Estado. Y es una responsabilidad política, social e individual.

¡Muchas gracias Marta!

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