La Mujer en la Ciencia

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Tiempo de lectura: 4 minutos

Al igual que en otros ámbitos profesionales, en la ciencia, también existe un techo de cristal que dificulta que las mujeres accedan a los puestos de mayor reconocimiento y responsabilidad. Esta brecha de género persiste desde hace mucho tiempo, pese a que la incorporación y la participación activa de las mujeres en distintos campos científicos ha crecido de manera exponencial en el último medio siglo. Solucionar la brecha de género es fundamental para conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 (os hablábamos del ODS 5 en esta otra entrada del blog de intheMOVE).

Los prejuicios y los estereotipos de género continúan siendo los principales responsables del sesgo sobre las capacidades de las mujeres en la ciencia, que afecta también a su propia autopercepción. Esto lastra, innegablemente, el porcentaje de mujeres que logra alcanzar el estatus de investigadora (no llega al 30% en todo el mundo) y el aprovechamiento real de todos los talentos. Por eso, con el objetivo de eliminar barreras y lograr el acceso y la participación plena y equitativa de mujeres y niñas en la ciencia y en la tecnología hace cinco años la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

Ilustración de Beatriz Arribas

Obstáculos para la igualdad de género en la ciencia

La ciencia y la igualdad de género son elementos indispensables para el desarrollo sostenible. Desde los albores del siglo XXI, se ha realizado un gran esfuerzo para promover la participación femenina en los ámbitos científicos. Sin embargo, las mujeres y las niñas siguen encontrando barreras que les impiden participar plenamente en esta disciplina:

  • Ausencia o escasez de referentes científicos femeninos en los medios de comunicación y en los libros de texto. Esto tiene como consecuencia que las niñas no encuentran modelos en los que reflejarse.
  • Creencia generalizada de que las mujeres tienen peores capacidades científicas que los hombres.
  • Problemas de conciliación familiar y laboral. 
  • Obstáculos para que su trabajo sea reconocido
  • Dificultad a la hora de conseguir financiación para sus proyectos. Existe evidencia empírica de que las mujeres salen perjudicadas cuando se evalúa al solicitante en lugar de la calidad de los proyectos científicos en los procesos de adjudicación de fondos.
The STEM role models

El efecto Matilda

¿Sabías que existe un término para referirse al olvido sistemático y la invisibilización del trabajo de las mujeres científicas? El prejuicio por el que no se reconocen los logros femeninos en la ciencia y por el que, con frecuencia, sus resultados se atribuyen a sus colegas masculinos se conoce como efecto Matilda. Este fenómeno, descrito por primera vez en otros contextos por la sufragista y abolicionista Matilda Joslyn Gage, fue acuñado, en 1993, por Margaret W. Rossiter, historiadora de la ciencia.

Póster de Elise Gravel 

Ilustrado con múltiples ejemplos (Trota de Salerno, Nettie Stevens,​ Marie Curie, Lise Meitner, Marietta Blau, Rosalind Franklin, Jocelyn Bell Burnell o Jean Purdy), quizá el caso más claro es el del Ben Barres, el primer científico transgénero de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Este neurobiólogo transicionó a hombre en 1997 y observó que sus logros científicos se percibieron de manera diferente según el nombre con el que había publicado sus trabajos. De hecho, advirtió que, entre quienes desconocían su transexualidad (incluso creían que Barbara era su hermana), recibía más respeto como hombre que cuando sus resultados se presentaron firmados por una mujer.

Fantástica iniciativa de la marca Casio: cientificascasio.com

Pero si hay un ámbito en el que el efecto Matilda se ha evidenciado con fuerza, ese ha sido el de la concesión del Premio Nobel. Marie Curie alcanzó su primer reconocimiento gracias a la insistencia de Magnus Goesta Mittag-Leffler, miembro del Comité sueco y defensor de las mujeres científicas, y de Pierre Curie. Sin embargo, muchas otras no tuvieron esa fortuna. Frieda Robscheit-Robbins fue excluida del galardón en 1934. Fue tal la injusticia que su colega George Whipple compartió con ella la dotación económica del premio. En 1944, Lise Meitner no recibió el galardón por su condición de mujer y de judía. Seis años más tarde, Schröendiger nominó a Marietta Blau y a Hertha Wambacher por sus trabajos pioneros sobre procesos nucleares, pero ambas fueron descartadas, al igual que Chien_Shiung Wu en 1957  y Esther Lederberg en 1958. En 1974, Antony Hewish recibió el galardón por un descubrimiento que había realizado Jocelyn Bell Burnell bajo su supervisión.

Es incluso más paradójico que la primera socióloga que trabajó sobre este tipo de sesgos haya sido también una víctima del efecto Matilda. Durante la década de los sesenta, la americana Harriet Zuckerman logró recabar el testimonio de numerosos científicos -entre ellos, varios Premio Nobel- que reconocían la inestimable aportación de colegas mujeres en los descubrimientos posteriormente premiados, sin aparecer tan siquiera mencionadas en las publicaciones resultantes. Tres años después, su material sirvió para que el sociólogo Robert K. Merton presentase su artículo sobre lo que él bautizó como Efecto Mateo (la tendencia a atribuir los méritos a aquellos investigadores que ya han alcanzado reconocimiento), en el que Zuckerman sólo aparecía en alguna nota a pie de página. Tras el matrimonio de ambos, Zuckerman y Merton, este reconoció que aquel artículo debería haber sido publicado como una coautoría.

11 de febrero: Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia

Continúa siendo fundamental poner en valor en papel de la mujer y de la niña en la ciencia. Para ello, hemos de romper con los estereotipos y roles de género que están presentes ya en etapas muy tempranas de la formación de las menores, puesto que, según un estudio publicado por la revista Science, las niñas se autoperciben como menos brillantes que los niños desde los seis años. Algo que, sin duda, tiene un efecto en las decisiones sobre su futuro. 

Estamos seguras de que en vuestra ciudad encontraréis en estos días alguna actividad relacionada con esta fecha y que Margarita Salas ocupará un papel muy destacado. Durante su participación en una de las actividades celebradas el año pasado en Extremadura con motivo del 8M, ella misma reconoció haberse sentido invisible y discriminada en sus inicios porque «en esa época se pensaba que las mujeres no estaban capacitadas para hacer investigación». Nadie mejor que ella para subrayar la importancia de seguir visibilizando el potencial de la mujer y la niña en la ciencia. 

Por Olalla García.

Esta entrada ha sido elaborada por una firma invitada, Doctora en Traducción e Interpretación. ¡Gracias Olalla TellingStories por aceptar este reto!

Referencias

Merton, Robert K. 1968.  The Matthew Effect in Science, Science, vol. 159, no. 3810, 56-63.

Rositter, Margaret W. 1993. The Matthew Matilda Effect in Science, Social Studies of Science, vol. 23, 325-341.

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